HIDROITUANGO: ENTRE EL RIESGO DE AVALANCHA Y EL CAUCE SECO

El Río Cauca es el segundo río con mayor cause del país y la Hidroeléctrica Ituango fue el sueño de Antioquia desde hace aproximadamente cincuenta años. Sin embargo, la ambición no permitió que se estudiaran los riesgos de manera adecuada.

Tomada de www.hidroituango.com.co/
Tomada de www.hidroituango.com.co/

Por Andrés Dominguez

El sueño

Existe una antigua reflexión tibetana sobre las consecuencias que tienen los sueños en nuestra vida cotidiana. En la actualidad nos comunicamos usando un dispositivo móvil que soñó Steve Jobs; un importante porcentaje de la población se transporta en una caja de cuatro ruedas y motor de combustión interna que soñó Nicolas-Joseph Cugnot; o aquel sueño de un escoces -Kirkpatrick Macmillan- que anticipó la bicicleta, etc., etc. De esta manera podemos repasar el efecto de la imprenta, el televisor, la pólvora, la energía eléctrica.

Después del Rio Magdalena, el Cauca es el segundo río con mayor cause del país y la Hidroeléctrica Ituango fue el sueño de Antioquia desde hace aproximadamente cincuenta años (1969). Ese punto geográfico del cauce del Río Cauca es un regalo de Dios. Hablar de el sueño de Antioquia, a mi juicio, es incorrecto, hablar del sueño de algunos dirigentes y empresarios de Antioquia es más acertado. Hace unos días, Luis Alfredo Ramos – exgobernador del departamento – dijo en una entrevista radial que la represa es una obra de arte. Como no va a defender el proyecto si en su administración – enero de 2009 – se otorgó la licencia ambiental para iniciar el proyecto.

El 12 de Julio de 2010 Álvaro Uribe Vélez – el entonces presidente de Colombia -, anunciaba el inicio de las obras de la represa. La Gobernación de Antioquia ya estaba en cabeza de Sergio Fajardo. El sueño de los antioqueños se haría realidad.  Las proyecciones aseguran que el proyecto cubrirá el 17% de la demanda energética del país y habrá oferta para vender a Latino América.

Samsara

El lunes siete de mayo de 2018 se descubrió parte de la pesadilla. Un derrumbe tapó el túnel que desviaba las aguas del Río Cauca. Para corregir la desgracia, se decidió inundar el cuarto de máquinas de la represa en construcción. La decisión se tomó para que la estructura no se rompiera, porque, en caso de desastre, la fuerza del agua estancada se llevaría por delante a las poblaciones aguas abajo.

Samsara es un estado de sufrimiento del cual es necesario escapar. Es el estado de las poblaciones aisladas de los discursos coherentes, un tanto solemnes, que repiten las administraciones del departamento sobre la importancia de la represa para la producción de electricidad en el país.

Los municipios que se encuentran en la zona de influencia del proyecto han sido históricamente golpeados por la violencia, la pobreza y la desidia del Estado. La ausencia sistemática de los gobiernos se ha visto reflejada en el número de víctimas del conflicto armado. A continuación, y entre paréntesis, se reportan los muertos y desaparecidos por causa de masacres perpetradas por el clan Castaño y otros grupos armados entre 1990 y 2016: Ituango (287), Briceño (57), Santa Fe de Antioquia (98), Buriticá (10), Peque (65), Liborina (25), Sabanalarga (24), Toledo (22), Olaya (13), San Andrés de Cuerquia (41), Valdivia (236), Yarumal (102).

Estas cifras suman casi mil muertes y, como si estos datos ya no representaran la crueldad de samsara, en la zona de inundación de la presa están distribuidas las fosas comunes, las huellas indelebles que nos ha dejado la guerra. Al inundar la zona nunca más se podrán buscar e identificar a los desaparecidos. Pero allí van a estar, como sombras tristes de nuestro pasado.

La historia de violencia no se detiene allí. En Colombia, entre enero de 2016 y el 10 de enero de 2019, habían muerto 566 líderes sociales y defensores de derechos humanos. Según cifras de Indepaz, entre enero y noviembre de 2018 habían muerto 33 líderes sociales en Antioquia (la cifra es más alta si la comparamos con los 27 del año 2017 y los 15 de 2016). Solo el departamento del Cauca supera a Antioquia en esta vergonzosa estadística con 48 asesinatos.

El Río es la principal fuente de generación de trabajo para estas poblaciones. Si se pierde la fuente que las abastece habrán perdido su lugar en el mundo. Aquellos colombianos a quienes sistemáticamente se ha ignorado tendrán que desplazarse a las principales ciudades del país, cuya cotidianidad los recibirá con un castigo también doloroso: la segregación residencial, la ausencia de soportes urbanos, la exclusión.

Avalancha y cauce seco

Esta nota la escribo para intentar que no olvidemos lo que pasó. El martes cinco de febrero de 2019 los noticieros registraron las peores imágenes de los impactos ambientales causados por el hombre. El proyecto mostró sus dientes más aterradores a las poblaciones de Valdivia, Puerto Antioquia, Cáceres, Sabanalarga Tarazá. Las siete plagas incluyen la muerte de los peces: entre 40.000 y 50.000; la fauna se desplaza; el impacto ambiental del proyecto es incalculable. Lo que es el sueño de unos, es el samsara de los otros.

El Río se secó porque decidieron cerrar la compuerta, de esta manera la represa se llenaría y el nivel del agua alcanzaría el vertedero de la estructura. Dijeron que en tres días el vertimiento de agua llegaría a los 450 metros cúbicos por segundo y el Río empezaría a recuperar la potencia de su cauce. Pero las consecuencias ambientales y sociales de los hechos ya son desmesuradas. No olvidemos lo que pasó.

Sin embargo, el miedo, la incertidumbre, la preocupación, entre los habitantes de las poblaciones en el área de influencia permanece porque la roca de la montaña se puede fracturar. En esa zona geográfica del país los sismos son una constante. Si la roca se fractura, la represa cederá ante la presión del agua represada.

Al escribir estas notas el Río parece muerto porque el martes cinco de febrero cerraron las compuertas. El sueño de la producción de energía genera un riesgo incalculable en las poblaciones del área de influencia y a mi juicio el proyecto nunca tuvo los estudios geográficos y ambientales adecuados que permitieran establecer los costos y beneficios sociales del proyecto. No olvidemos lo que pasó.

Iván Duque – actual presidente de Colombia – ha asegurado que la emergencia causada por el megaproyecto no es responsabilidad del Gobierno. La Defensoría del Pueblo y la Contraloría General iniciarán investigaciones sobre la vulneración a derechos humanos en la región afectada, pero es probable que ni los habitantes ni el medio ambiente nunca recuperen lo que se ha perdido; lo que históricamente se ha perdido. Nadie, ni el dios que nos regaló el río va a resucitar los peces muertos o recuperar el sueño de quienes la incertidumbre ha hecho esclavos de la vigilia. Ojalá la naturaleza no cobre a un alto precio la cicatriz que ahora tiene nuestro territorio. Y ese es el triunfo de nuestra desgracia.

Leave a reply:

Your email address will not be published.

Site Footer